La banca


A mi diosa coronada..

Cartagena a 9 de Abril de 1905


Día 20


Me encuentro una vez más paseando por estas calles empedradas y últimamente el calor del puerto me sofoca y abochorna de entre estas vestiduras.


Me senté en una banca en el parque principal, un lugar muy concurrido por las clases sociales altas para desfilar y destacar entre la muchedumbre. Ritual que sirve para poner al corriente a las doñas de los rumores de cama y los errores de la criada.


La banca oxidada por el salitre rechinaba debido a los movimientos bruscos que hacía al acomodarme el cuello de la camisa, por un momento me desprendí del corbatín para refrescarme cuando la brisa del mar alcanzaba mi figura y se colaba por mi cuello hasta refrescar mis cabellos.


Me quedé perplejo ante el hermoso atardecer que presencié en el puerto. Era un día como otro en el que la gente pasaba a mi lado sin mirarme. 

Me veo reflexionando con la nostalgia de un alma pasada, un fantasma atrapado en el mismo lugar donde enmudecen sus pensamientos y se oxidan sus pasiones.


Era el mismo lugar de siempre, la última vez que tuve sus manos entre las mías fue en esta misma banca desecha ya por el salitre. Me quedo aquí esperanzado, haciendo luto de un momento pasado, abrazando sus cartas y las ilusiones rotas..


Me encuentro perplejo al ver el tiempo que ha pasado, no sé como es que he aguantado tanto en vela y el insomnio no me tiene loco. Desaliñado no daba por mí ni un centavo, estoy desecho y enamorado de una idea que nunca deja de ser un sueño, una idea remota, una visión del inconsciente que nos miente.


De mi rostro se desprende una mezcla de sudor y lágrimas.. disimulo ambas. Me limpio con un pañuelo y lo dejo a la mano para que me siga siendo útil.


Mientras disimulaba mis emociones vi pasar una pareja muy joven. Me quedé observando a ese par y por un lapso me dejó de sudar la mano y temblar el labio.


Recordé a un yo más joven que se tomaba de la mano con la misma fuerza, me hacía camino nuevo descubriendo lo que uno puede llegar a experimentar cuando el amor es ingenuo, puro y fin último.


No sé en qué momento me perdí y logré quedarme solo, respirando cartas de amor y el salitre de esta banca, deseando que aparezca algún día mi diosa coronada…


En cada amanecer tengo un motivo y en cada atardecer este muere con el sol, para dar paso a las noches de luto e insomnio, que solo aceleran mi locura y mi muerte segura.


Espero cada día no tener que esperar más al atardecer, o morir antes del amanecer, perdido en la penumbra como me siento a la luz de las velas, escribiendo cartas a un anónimo sin remitente..


Me reincorporo por un momento de mi reflexión y noto que a lo lejos hay una celebración. Van en caravana danzantes y colores, parece una procesión. Me acerco para ver el jolgorio y tal vez relaje mi tensión.


Me confundo entre la gente y voy siguiendo su camino, entre música e incienso me pierdo y en miradas me detengo para observar una figura conocida. 

Va danzando y camina a la par de la multitud, por un momento la veo como un fantasma, un bello rostro que despide alegría y un aroma que se apodera incluso del olor de los dioses.


El vaivén de su mirada me deja perplejo, me sonríe pero no se ha dado cuenta que existo.

Sus ojos los grabo en mi memoria ¿será ella mi diosa coronada? 
su brillo único no miente, pero este es diferente..

Sé que hoy tengo un motivo para esperar el atardecer y no morir por la mañana..

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