Tinnitus
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En la profundidad de mi silencio,
encuentro las palabras que no quiero decirte. No, son inaudibles hasta para mí.
Luego, recuerdo que duele. No impresiona, aborrece.
Aguardo a que tu alma no se desintegre
y salga de su lúgubre rincón, pero se ríe y se esconde, duerme y no respira. Te
asfixia el tinnitus, te enloquece. Vaya maldición.
Puedo sentir en el pecho la angustia
que sufren los impacientes. Sufro pasmado y me mantengo ecuánime. A veces
anhelo el sufrimiento y otras el vacío, pero ya ha debilitado mi cuerpo hasta
dejarlo inmóvil.
Empiezo a captar algo, debe ser tu olor
esclavizando mi tacto, me permite focalizar los sentidos restantes, pero el
tinnitus está acabando con la quietud de la que gozan mis anhelos. Me
imposibilita toda sensación, menos la de imaginarte callada a placer. La razón
no está satisfecha.
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