Saudade VII


La mesa puesta y arde el candil en la ventana, el frío no da tregua desde hace varias semanas y mueren las almas en la calle desoladas.

Vago por una calle empedrada frotando mis manos entre el bao que me calma la temblorina, repaso los errores en mi cabeza,  a la vez que doy pasos lentos para no llegar temprano al bajar la cuesta.

Mis piernas arden de cansancio, la suela de mis zapatos está desgastada de caminar entre piedras de verano.

El pasillo aún con el eco de una historia, y solo un lugar habita la casa.
Su mirada, consoladora y penetrante, sabe lo que pienso y sabe cómo curarme.

No puedo evitar ser buena persona, no puedo calmar mi ansia y evitar que rebase la nostalgia.

Hay un sueño vago en todo esto, y una vida en medio en tono funesto.

Me reinicio para poder hablar, pero no me puedo expresar.

Tomo el libro, paso las hojas para encontrar consuelo.
Me cubro la cabeza con la oscuridad de mi pieza, no hay forma de conciliar el sueño entre el silencio como almohada y el tiempo en la cabeza.

En una oportunidad, aprovecho para dormitar…

Mis sueño, asfixiante.
Lleno de simbolismo, traumante.
Inconsciente, sigo recorriendo las ruinas existentes.

Mi costumbre de soñar y reflexionar, la luz ha de colapsar...
No se le puede temer a la muerte dos veces.

No hay un ente, estoy débil e inexistente.
Cualquiera podría venir y encontrarme moribundo..
O dormido en un silencio profundo…

hasta que la palabra correcta me permita despertar...
abrazando al día por otra oportunidad.

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