Náufrago



No sé cuántas veces he tratado de adivinar hacia dónde es que se mueve el viento..
Desde la primera vez que me encontré en esta isla pensé que mi alma acabaría abandonada hasta que alguien viniera a rescatarme.

Aprendí de los vientos y me construí una balsa, poco a poco salí a aventurarme y no dejé de creer que el viento me llevaría a otro lugar, otro destino.


Conquisté la tormenta y llegué a aguas calmadas, a la deriva me sentí cómodo y pude ver las estrellas, admirar la luna, sentir la energía del sol que me llenaba de esperanza y daba pie a una nueva oportunidad. La aventura de ver la noche llegar, sin dudar o temer..
Varias veces luché contra la tormenta, varias veces estuve apunto de ahogarme cuando menos lo esperaba y mis días se acostumbraron a flotar con la marea, a la deriva hipnotizante de almas.


Un fuerte viento logró volcar mi esperanza puesta en amarres de cuerda frágil y madera hueca. Me puso de regreso en esta misma isla: sin balsa, sin esperanza, sin viento, sin luna, sin sol.

He vuelto a aventurarme varias veces, pero no hay más allá de esa tormenta que no me suelta.. Aparece cuando las aguas son calmas y me invita a luchar solo para matar mi esperanza con la primera lluvia. Y en la calma veo este rostro reflejado en el agua salada, va desvaneciéndose con el tiempo y marca una arruga por cada intento vano, bajo este duro rayo de sol.

Una vez más he tocado tormenta y trueno, he regresado al mismo punto, a la misma playa.
La maldita isla de la soledad vaga.

Ya no sé si me destino es salir a buscar el viento, o que el viento me traiga mi destino a esta tierra y sus millones de arenas.No entiendo si mi destino es quedarme esperando el buen tiempo para zarpar o luchar una vez más contra la gran tormenta hasta vencerla y navegar con rumbo a nuevo puerto.


Me siento a la orilla del mar, recuesto mi cuerpo gastado en miles de piedras y mientras el agua me golpea con fuerza pienso en la gran estrategia, esa que me lleve lejos de aquí.


Pienso si podré encontrarme a mí mismo o simplemente me arrodillaré ante la inmensidad y le pediré a Dios que me guié por la corriente correcta. Que su voluntad me lleve al norte o al sur, o que la marea traiga la botella con el mensaje, la respuesta o el punto final.


Mientras tanto empezaré a construir esa balsa hueca de frágil cuerda, no me rindo, dentro de mi esa marea dice que debo estar preparado para zarpar así no sea mi destino, la balsa debe estar lista..


Por lo pronto, no ha cambiado la fuerza del viento, sigo observando hacia dónde me guía..
Me he preparado para zarpar en unos meses hacia otro lugar. No sé si pueda llegar, no sé si el viento me permita alcanzarlo..  


¿Y si puedo tocar tierra nueva, qué tan mala o mejor será comparado con el lugar en el que estoy ahora?


He sido un náufrago de mis sentimientos, he tenido que aprender de mis errores porque nadie me dijo cómo debía navegar. Me he hecho marinero a costa de las lecciones de la vida y también me ha hecho valorar la tormenta; prueba de fuerza y espíritu.

Si llego a aventurarme a salir una vez más de aquí sin balsa, nadando con solo mi fuerza espiritual, así lo haré al final. Si tengo que quedarme esperando el momento de zarpar, así lo haré también. No puedo pensar en rendirme una vez más.


Espero que la luna en el horizonte me guié o el sol me ponga aprueba…
Sé que no quiero ser un náufrago toda la vida, pero tal vez la tormenta traiga un naufragio más a esta tierra que me ha sido destinada y así tendré un motivo para quedarme.


El tiempo no perdona, la brisa golpea el día y noche, pienso entonces… soy dueño de este lugar.




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