Camposanto




Caminan hacia el mismo lugar y se acercan como un coro marchando en el pastizal...
Pueden sentir el sol que cae sobre sus rostros, con la calidez y dulzura de un ocaso a las cinco de la tarde.
Las nubes se sonrojan y crean una paleta de colores en el cielo que surca una gama de color agradable, degrada del azul nocturno a un rosa diurno. A la vez que el viento suaviza el paisaje, las nubes se diluyen como olas en una costa estelar.

Una pieza musical se adueña del lugar. Una caravana desafía el atardecer, pálida y sin vida, como un viento frío que se adentra en los sentidos.

La falta de entendimiento no arruina el sentimiento y algunos aún miran arriba admirando el cielo.
Espectáculo introspectivo de un deseo mortal.

Yace una memoria en el camposanto junto a un peral. El otoño habita en este recóndito lugar, las hojas crean una alfombra que luce bañada por el sol iluminando sus detalles y texturas. El sonido del caminar exige un ritmo al deambular, haciendo una melodía con el viento y las voces de los árboles. Un coro alterno al ambiente etéreo de una tarde de octubre en el cementerio.

La tierra suelta un olor que anuncia una lluvia inesperada. El trueno grita su nombre, a lo lejos una cortina de nostalgia cubre el horizonte anunciando su llegada, arriba la luz dual libra una batalla.

Ha llegado su destino final, ve su profecía cumplida y se enfrenta a su otra vida. Su alma se aferra al amor terrenal, observa cada lágrima desfilar, uno a uno con la impotencia de gritar.

Su ausencia ya se siente aunque no se haya visto su color brillar, su alma aún estará presente buscando a los suyos cuidar.

Ahora su cuerpo alimenta a la tierra y la tierra cierra el ciclo de la vida, al ser correspondida por tantos años de brindarle vida. Y el viento ya siente su voz ausente y su sonido cautivar, su pensamiento empieza a resonar en los suyos y en los que vendrán.

Los dioses preparan un recibimiento singular, un alma pura ha llegado al camposanto y se ha elevado hasta su alma purificar. Dejando atrás el dolor y la felicidad, que fueron compañeros de varios días y noches de batallar.

No se sabe si la luz vuelva a brillar en esta vida y qué forma tome. Tal vez no sea más un alma vagabunda en el calvario terrenal, un animal marino nadando en la inmensidad, un insecto buscando al otro lado cruzar, un astro viejo esperando su luz apagar, el amor eterno esperando a su diosa coronar o polvo en un camposanto con la esperanza de ver su destino final.


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