Sábado

No había un mundo ideal que le satisficiere en lo más mínimo, la velocidad del viento hacia que se estrellara en su rostro, el cerraba los ojos para contener la visibilidad y se acercaba lentamente hacia aquella luz que iluminaba su camino. No sabía por que la tempestad lo había colmado, ya que los días habían pintado con un sol abrasador su rostro renovado en la tranquilidad de la flora, su caminar lento auguraba un desmayo inoportuno y la posibilidad de jamás levantarse con la misma fuerza.

Apunto de caer con la mirada clavada en cada paso, reflexionaba su pesar, su debilidad para llegar a algún lugar, pero admiraba su convicción de seguir ahí. De pronto un paso letal lo tumbó y lo dejó con la mirada clavada en la obscuridad, con el único esfuerzo logró tornar su semblante boca arriba y miró al cielo, obscuro y lejano, la cantidad de estrellas que vio le indicó que estaba muy lejos de casa, cerro los ojos y murió junto a un árbol cuyas raíces lo rodeaban por completo.

Un hombre cuya figura era incierta encontró el triste semblante rodeado de raíces gruesas, con el rostro hinchado de frío, las mejillas aún guardaban rastros de calor de sus últimas lágrimas de impotencia y las manos apretadas deducían un coraje ahogado en el silencio de ningún lugar. La figura incierta sacó un metal que al parecer lo guardaba celosamente en su pierna derecha, en forma de ritual lo lamió, jaló su cabellera y cortó cada pedazo hasta no dejar rastro alguno en su cabeza, luego, se quitó las cejas de un tajo y tomó cada cabello para envolverlo en una bolsa de color azul, la cerró con una cuerda de color dorado, le hizo tres nudos y la colocó en la mano derecha del hombre muerto. Luego, la figura comenzó a quitarle las ropas, lo desnudó y se vistió con ellas, antes de abrocharse la camisa tomó el metal de nuevo, lo volvió a lamer y lo clavo 2 veces en su pecho, al hacer palanca se arrancó el corazón y colocó la daga con el corazón atravesado sobre el rostro del hombre muerto, con la misma habilidad le arrancó el corazón al hombre y lo cargó en su mano derecha.

La figura comenzó a alejarse pausadamente, con la mirada clavada en cada paso, reflexionando la agonía de cada latido que provocaba su mano derecha, a lo lejos observó lo que parecía una as de luz, esta vez sabía que llegaría a ningún lugar, siendo ninguna persona.

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