Capítulo 1

La Banca de Hierro

Abril Faboux descansaba en sus brazos con la mirada clavada en su barbilla, ahí en su incongruencia, la punta de su nariz asomaba el horizonte. El clima sería generoso durante los próximos meses, el agua al atardecer compartía el ánimo de mis ideas. El viento de aquél otoño rechinaba en los cabellos de Abril y envolvían al ambiente con su aroma a crema de nubes, las nueces de los árboles golpeaban diferentes partes de su cuerpo encogido en aquélla banca de hierro, tal vez incómoda, Abril descansa en los muslos de Pedro Romero, aquél sólo se perdía en montañas descoloridas. Pedro gustaba de sacar la lengua y capturar el viento helado del espacio, guardaba el aroma de crema de nubes en su sentido y se perdería en montañas coloridas. Abril jamás se había sentido tan segura, su semblante no había cambiado, sus mejillas aún mostraban el brillo de los besos que planté en tu rostro cuando te abrazaba entre los robles. Tu mirada es profunda y aprieta mi alma, tus ojos me retan a desearte en cama de hilos, suavemente en verbo sexual, tu voz es la misma, color gris, como tus ojos de niña triste, aquéllos que piden vuelvan mis besos a llenarte de alegría. Abril, háblame cuando te grito en silencio, quisiera fundirme en tu cabello de espuma.

Abril, encogió sus hombros y tapose con sus frágiles brazos, sus manos arrinconaban su alma que yacía en su pecho de terciopelo de un guinda pardo, sus piernas en posición fetal no perdían la ternura de sus muslos ligeros y delicados, en ángulo perfecto colocada como un ángel caído entre celdas, sus pies suaves y húmedos, se secaban fuera de la banca de hierro que los acogía. Pedro reaccionó dentro de sus sueños y giro en forma tranquila hacia el rostro de Abril que descansaba bajo el horizonte de su nariz, desde la cien recorrió con sus dedos su cabello perfecto en crema de nubes y lo coloco atrás de su oreja en tinte rosa. – Tus ojos son perfectos --, le dijo. Abril se sintió perdida por un momento dentro de su cabeza que giraba a lo lejos del parque, despacio, sus ojos miel me recorrieron el rostro y apuntaron hacia mi mirada enajenada, Suspiró una leve sonrisa y volvió su mirada al césped que se alejaba, cada vez más verde, mi mirada se desvaneció entre recuerdos y a la frágil brisa de esa tarde, me quebré con tu reflejo, odio el hermoso aroma de tu cabello, eres perfecta.

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