Cartagena, Colombia 25 de Abril de 1900

A Mi Diosa Coronada






Soy yo, el amante escondido de labios de fuego, el que acecha tu figura y se imagina poeta al ver tu belleza derramando las más hermosas flores por los empedrados de las viejas avenidas de mi olvidada ciudad, flores que se ven beneficiadas por el sol que azota mi hermosa Cartagena, lugar de misterios y de amores perdidos. Una vez más derramo la tinta sobre mi mesa, una vez más he llenado mi habitación de cartas que explican mi dolor, pero que jamás dejarán de ser solo el polvo que cubre mi suelo y mis pensamientos.



Soy yo, el amante escondido detrás de la taza de café que admira tu paso peculiar y lento caminar desde la parroquia, el que te dibuja en papel y almohada, el que otorga lágrimas gratis al viento del puerto y anhela con que su último rastro caiga en tu mejilla, aquél que viste diario de gala por si algún día me descubres escondido entre la muchedumbre de los sábados, el hombre poca fé que no falta un domingo al templo para pedir al señor que, aunque alejada de mi cuerpo, te mantenga aún al alcance de mi mirada gastada, soy el que aún espera olvidar todo el dolor que me has causado, tomar tu mano, tenerte entre brazos y hacerte mía hasta la noche sin excepción de los días de ayuno, soy él.



Sé que aún me piensas, sé que aún acercas tu mirada hacia el parque de los evangelios, ahí donde grabé el nombre del amor, ahí donde pedí tu mano, donde esperé albas y ocasos para ver tus ojos derrochar mi imagen, ahí donde mi sombra sigue leyendo tus poemas una y otra vez, donde mi voz aún aguarda que la escuches, done perdí mi coherencia para adoptar la demencia del amor.



Estoy harto de creer que no eres parte de mí, me niego a creer esa mentira, me niego a no verte, me niego a no voltear hacia donde la brújula apunta tu dirección y mandarte un beso diurno al despertar y desearte dulces sueños al caer la noche, en verdad quiero confesarte algo, me despedazo cada vez que te veo, cada vez que te huelo, cada vez que te pienso, cada vez que te sueño y me doy cuenta que fuiste mía y te perdí. Lo escribo, lo vuelvo a repetir, me duele verte, me duele como duele el olvido, por qué una vez que tu figura aparece de nuevo me recuerda el fracaso, mi falsa oportunidad, los besos fríos y tu cuerpo prohibido.



No pienso rendirme jamás, creo ser tu estigma, esa espina que se encarna en tu corazón y que no dejará de decirte que has fallado al despreciar mi amor, prometo ser el caballero que mi madre ha criado y respetaré tus amores falsos, afortunados mitómanos que cantan a tu oído, que juegan con la falsa llave del amor para abrir el candado que encierra tu suave piel, tu sexo sensible y tímido, tus senos creados al molde de mis labios y tus muslos como reposo de los descansos del amor agotador, la rabia me invade al verte gimiendo en ojos de otro, seré yo quien rompa la red invisible del verdadero orgasmo y sabrás así, que parpadeaste pensando en mí en tus noches de curiosidad interna.



Una vez más la tinta ha escrito tu nombre en aras del amor universal y espero mi corazón resista la larga espera para entregarme a ti, sea poco o mucho el tiempo que de mi vida haya sido destinado.



Tuyo siempre, mi diosa coronada.

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